Más de 400 años antes de Cristo, el galeno Hipócrates de Cos, plasmó en sus escritos la posibilidad de corregir la mala posición de las piezas dentales. Si tenemos en cuenta que la esperanza de vida en la Antigua Grecia rondaba los 30 años y que el ínclito doctor llegó a soplar más de 80 velas, no es de extrañar que se preocupara de que las futuras generaciones, además de mostrar una bonita sonrisa, pudieran comer sólido alcanzada la edad adulta.

La idea primordial que queremos transmitir es que nunca es tarde para disfrutar de una dentadura sana y bien alineada. Los tratamientos de ortodoncia son cada vez más demandados entre la población adulta y el interés en los mismos aumenta exponencialmente. De hecho, ya suponen en la actualidad en torno a un 50% del total.

El punto de partida para el tratamiento de ortodoncia en un adulto es diferente al de un niño por varios factores: sus huesos ya no crecerán más, pueden haber perdido alguna pieza dental y a menudo presentan intervenciones anteriores tales como coronas, implantes, etc. Todo ello redunda en la importancia de ponerse en manos de un profesional debidamente especializado y experimentado que garantice un óptimo resultado.

Al someterse a un tratamiento de ortodoncia, un paciente adulto mejorará notablemente su salud e higiene bucodental, minimizando las probabilidades de padecer futuros problemas periodontales y de otra índole como musculares e incluso articulares. Además, su aparato digestivo lo notará al solventar dificultades en la masticación, evitará el desgaste dental y aumentará su autoestima.

La principal preocupación que nos trasladan nuestros pacientes adultos antes de dar el paso definitivo es cómo se verá afectada su imagen estética y personal durante el tratamiento; para su tranquilidad recordamos que, hoy en día, podemos ofrecer un amplio abanico de posibilidades que incluyen brackets cerámicos, linguales o la ortodoncia invisible, de la que ya os hablamos en nuestro post anterior “Técnica Invisalign: la última revolución”.