Aunque es muy probable que no estéis familiarizados con el término, el torus mandibular es una afección más común de lo que pueda parecer. Se trata de una o varias protuberancias que aparecen en la mandíbula o en el maxilar. Pueden mostrarse con distintos tamaños y formas.

Hemos de distinguir entre el denominado torus maxilar, más frecuente, que se desarrolla en la zona del paladar, casi siempre en el conocido como cielo de la boca, y el torus mandibular, que suele ser bilateral y manifestarse en la cara lingual de la mandíbula, principalmente en la zona de los premolares.

¿El torus mandibular supone un peligro para el paciente?

Los torus acostumbran a surgir a partir de los veinte años y aumentan de tamaño lentamente con el paso del tiempo. Al no presentar sintomatología alguna es muy frecuente que al principio pasen desapercibidos. La buena (y tranquilizadora) noticia es que son inocuos y no es habitual que supongan peligro alguno, si bien, en determinados casos, hay que tratarlos.

Las causas más comunes que provocan estos nódulos son variadas, pero podemos destacar el que se haya sufrido un impacto o golpe muy fuerte en la boca que haga que la estructura ósea se resienta, complicaciones o dificultades en el desarrollo de la articulación temporomandibular (ATM) y también el bruxismo y el estrés, conceptos estos últimos a los que hemos dedicado otras entradas de este blog con anterioridad.

Como hemos indicado, lo usual es que los torus no generen ningún problema, salvo en casos más extremos de crecimiento excesivo que puedan derivar en contratiempos para el paciente, tales como dificultades para mantener una óptima higiene bucodental, trabas para mantener una correcta pronunciación, posibles ulceraciones o interferencias y desajustes en prótesis removibles.

Únicamente en aquellos casos en los que, por su tamaño, puedan producir alguna alteración estética o cualquier otro síntoma molesto, habrán de ser extraídos, cortados o rebajados quirúrgicamente, bajo anestesia local.